jueves, octubre 29, 2009

NIÑA, SE PERDIO LA ORZA

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Las orzas que había en mi casa eran exactamente como esta de este cuadro. He visto muchas fotos de orzas por internet, pero todas son de barro. Esta del cuadro, que es como las que yo recuerdo, también eran de barro, pero con esa pintura amarilla vidriada, que las reforzaba por fuera. ¿Para qué se usaban? Preguntarán los más jóvenes. Pues desde guardar comida hasta especias y todo lo imaginable. De alguna forma eran el equivalente de los botes de cocina de hoy en día por un lado y también de los táper.

¿Qué más cosas se perdieron? De cualquier cocina de los años 50 y 60  saldrían cacharros varios que hoy en día levantarían la admiración de los más jóvenes y avivarían el recuerdo de los de mi generación.

Se perdió el anafe. Era un artilugio portátil de unos 50 cms. de alto, con un depósito de petróleo y un cilindro alrededor del cual se ponía una “torcía” (así la llamábamos, pero su nombre real es torcida), por estar hecha de trapo torcido, la cual iba empapando en el petróleo y ardía consumiéndose lentamente. Llevaba también un regulador cilíndrico, mediante el cual se regulaba la llama dándole más o menos intensidad. Aunque en aquella época todavía se cocinaba con carbón, estos anafes servían de alternativa al carbón y también para calentar cosas rápidas (hacer café, etc). El anafe que pongo aqui es exactamente igual a aquel del que les escribo.

 
                              

Se perdió el molinillo manual. Un ingenioso aparato para moler café, aunque los viejos molinillos sabían bastante más de moler cebada que café. No me extiendo mucho en ellos. Pueden verse todavía en muchos sitios como curiosidades antiguas. Y ya que hablo de café, se perdió el café “migao”, aquel socorrido desayuno-merienda de los chiquillos, que en vista de que no había pastelitos, ni donuts ni nada similar, tenían que añadirle al café trozos de pan con lo que se formaba el cafelito migao. Una cosa si diré a favor de ésta y tantas otras comidas que las madres tenían que imaginar para llenar el buche; no había niños gordos. Es más; cuando empecé a ir al colegio y empecé a conocer niños gordos, resultó que todos eran de familias acomodadas,que podían permitirse otro tipo de comida. Pero otro día hablaré de esas cosas; de los colegios, de los niños, de cómo vestían y de mucho más. Y en términos culinarios, se perdió la merienda consistente en despanzurrar un bollo y echar en el hueco aceite, y ¡venga! A la calle a jugar con la merienda.



Se perdió la damajuana, una garrafilla que aunque hoy en día sigue usándose en bodegas por ejemplo, antiguamente eran totalmente imprescindibles en las casas para almacenar agua principalmente, ya que los cortes eran frecuentes, y el tiempo que tardaba en volver el suministro totalmente incierto. Y también se perdió el soplillo de esparto, tan necesario en las casas para aventar el carbón. He aqui una damajuana




Bueno, por hoy ya está bien. Naturalmente que podría hablar de muchas más cosas, pero quizás ya el resto no han cambiado tanto. Los ralladores siguen existiendo hoy en día, aunque sean más modernos, e igual ocurre con los moldes para flanes, los rodillos, las sartenes, las espumaderas, los cazos, los abrelatas, los sacacorchos y hasta las ollas.solo que ahora son de aluminio y no se agujerean ni hay que llevarlas al latero para que tape al agujero. Todas estas cosas hoy en día siguen existiendo, aunque naturalmente han ganado en estética y efectividad.

Por cierto, la definición de lo que era un latero, queda para el día que toquemos las profesiones.

Bon apetit

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