lunes, noviembre 30, 2009

SEVILLA Y PILATOS

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Una sevillana de Los Romeros de la Puebla dice: “Parece Jerusalem, y sin embargo es Sevilla”. Es cierto que durante una semana Sevilla pasea por sus calles estampas correspondientes a escenas que ocurrieron allá en Jerusalem hace más de 2.000 años, y que en cierto modo quien se impregne de esa esencia que durante toda una semana nos regala estampas de la vida y muerte de Jesús, puede dejarse arrastrar por su propia imaginación y  revivir aquellos momentos históricos casi como un espectador viajero del tiempo. Pero no es de Jesús, ni de su vida, ni tan siquiera directamente de su muerte de lo que quiero escribir hoy aquí, sino del amor de Sevilla por todo aquello que hizo posible la Pasión.

Lo que más me llama la atención es ese cariño que Sevilla profesa a aquellos personajes que hicieron posible la muerte de Jesús. Personajes que en cualquier sitio serían denostados por su mayor o menor grado de participación en la muerte, en Sevilla son elevados a la condición de figuras necesarias de la Pasión, sin cuya existencia y participación Jesús quizás no hubiera muerto, y en ese caso Sevilla no hubiera podido engendrar su Semana Santa.

Sin duda el personaje que goza de mayor fervor popular es Pilatos. Pilatos es el personaje más imprescindible de la Semana Santa, porque pudo salvar a Jesús de la muerte y al no hacerlo no se cargó la Semana grande de Sevilla, pero también porque habiendo podido mandarlo a matar no quería hacerlo, y para demostrarlo se lavó las manos en una palangana, nada más y nada menos. Se lavó las manos en un objeto que andando el tiempo sería de los más significativos de la alfarería sevillana. Pilatos firmó la sentencia, pero no quería, lo cual demuestra que estaba allí por designio divino, y además que era buena gente.

Pilatos tiene una casa en Sevilla. El Palacio de Medinaceli es más conocido como la casa de Pilatos, y esto data del siglo XVI. Desde hace casi 500 años toda esa zona rinde homenaje a Pilatos. Su casa, su plaza, su taberna, y otras alusiones constantemente nos recuerdan en el entorno de calle Aguilas y alrededores que Pilatos es un personaje entrañable allí.

El acervo popular, durante años, le ha dado a esos personajes un papel predominante en la Semana Santa, poniendo su figura delante incluso de la de Jesús al nombrar un paso para identificarlos. Así, hasta hace pocos años, era normal escuchar a la gente decir cuando se acercaba el paso de la Sentencia, “por allí viene ya er Pilato”. E igualmente ocurría con otras cofradías, como la de San Gonzalo, a cuyo paso de Cristo la gente denominaba “er Caifás”. Este protagonismo se ha extendido no solo a personajes sino incluso a animales, como el paso del caballo, al cual llaman así los sevillanos y los trianeros en alusión al paso de Cristo de la Esperanza de Triana(“ya viene er caballo”), o también “los caballos de Santa Catalina”.

Pero sin duda, el culmen de la admiración por Pilatos en particular y por la Roma que dominaba el mundo en tiempos de Jesús, se da en la Macarena. El paso de la sentencia, en el que Pilatos sentencia a muerte a Jesús mientras se lava las manos en una palangana que sostiene un esclavo negro. Contempla la escena su esposa Claudia Prócola. Hay además tres romanos y dos sanedritas, uno de los cuales lee la sentencia mientras la figura de Jesús preside el paso en primera fila justo al lado de quien lee.



Es curioso, como puede observarse en esta foto, cómo la figura de Jesús antiguamente iba en posición totalmente contraria a la actual, o sea, en sentido inverso de la marcha del paso. No sé cuándo se decidió este cambio, pero más que cuándo fue lo que me intriga es el motivo ¿Obedecería este intento de que Jesús tuviera una posición más preponderante y una mejor visión frontal mucho mejor para el pueblo, consecuencia de la mayor popularidad de Pilatos en el paso que la del propio Jesús?

Para culminar toda esta manifestación de cariño hacia lo romano, al paso de la Sentencia lo custodia toda una centuria romana. Una centuria a la que los macarenos consideran un honor poder pertenecer, ya que de hecho es muy difícil acceder a ella.. Todo un símbolo de la cofradía.



Pilatos, un simple prefecto romano que fue enviado por Tiberio a Palestina, un lugar incómodo y seguramente no deseado por nadie, no pudo imaginar mientras lavaba sus manos en aquella jofaina que su acto quedaría grabado en la historia para la eternidad, y que su figura sería recordada por los siglos de los siglos. Pilatos tampoco pudo llegar a imaginar que muy lejos de Palestina, dos milenios después, su figura iba ser ensalzada querida y admirada por toda una ciudad.

Gracias Pilatos, por no habernos privado de nuestra Semana Santa

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