martes, noviembre 03, 2009

SEMANA SANTA. La ilusión de los niños

| |

Una de las cosas que en Sevilla llama poderosamente la atención de los tiernos infantes es, como no podía ser de otra forma, la Semana Santa.

Desde muy pequeños los padres llevan a sus hijos a ver la Semana Santa de Sevilla. Incluso en algunos casos los hacen intervenir como protagonistas por lo que no es extraño ver chiquillos con el chupe, que todavía no pueden ni andar, vestidos de monaguillos o con la túnica de su hermandad. Ningún chiquillo recordará conscientemente esto el día de mañana, pero subconscientemente los padres amantes de la Semana Santa preparan a sus hijos para ser los cofrades del futuro.



Pero aquí hablamos de los tiempos antiguos (de momento). Es evidente que en los años 50 y 60 la mayoría de padres no podían estar por la labor de acometer el gasto que representaba el hecho de que su hijo saliera en la hermandad de sus amores. ¿Quiere eso decir que los chiquillos no intervenían de la Semana Santa al igual que ocurre ahora? En absoluto. Los chiquillos podían ver cuanto menos la hermandad de su barrio el día que saliese. Y esa fugaz visión era suficiente para despertar en la imaginación infantil el amor por la Semana Santa, como bien se demostraba en las múltiples manifestaciones de pasos construidos por chiquillos cuando llegaba el mes de Mayo.

Cerca de mi calle, concretamente por la calle Reyes Católicos, pasaban nada más y nada menos que 5 cofradías, a saber:

La Estrella el Domingo de Ramos

San Gonzalo el Lunes Santo

La Esperanza de Triana el Viernes Santo madrugada.

El Cachorro y la O el Viernes santo tarde.

Es curioso que siendo el de estas cofradías mi primer contacto con la Semana Santa sevillana durante muchos años de mi niñez, terminara haciéndome hermano del Baratillo. Aunque la realidad es que como suele ocurrir en casi todos estos casos, pesa mucho la cuestión familiar. No obstante, es justo reconocer que mi verdadera debilidad era entonces y sigue siendo la Esperanza de Triana, aunque como suele ocurrir en el fútbol desde el momento en que me hice baratillero tuve que declarar fehacientemente que mis Vírgenes eran la Piedad y la Caridad.

La Semana Santa ha cambiado mucho desde entonces. Aunque los de cierta edad pretendamos que cualquier tiempo pasado fue mejor, en nuestra incomparable Semana Santa esto no es cierto. Hoy en día todo es distinto. Desde el mismo gentío, muy superior al de antes, hasta la forma de estacionar las cofradías. Ese colorido, ese andar de los pasos, esa música siempre sonando marchas, ese amor que emana de debajo de los pasos con los hermanos costaleros. Nuestra Semana Mayor ha alcanzado su mayoría de edad, y eso lo nota, y mucho, quien conoció aquella Semana Santa y conoce también ésta.

Y en lo que respecta a los chiquillos (que no lo olvidemos, es la cantera que tiene que seguir alimentando nuestra tradición), la Semana Santa es mejor para ellos también. Hoy el tan cantado “nazareno, dame un caramelo” suele tener su recompensa, al contrario que antiguamente, que para que alguien te diera un caramelo tenía que ser un conocido. Era ciertamente desconsolador para un chiquillo ver pasar toda una cofradía y no recibir ni un triste caramelo. Incluso en el asunto de la cera, recuerdo una noche en que me dediqué a coger cera con un papel de estraza, y un nazareno, que dicho sea de paso debía de ser muy mala persona, con el pretexto de darme cera me quemó el papel, y con él mis ilusiones de hacer una enorme bola de cera como veía que algunos chiquillos tenían.

                             

Pese a estos incidentes, recuerdo que cuando llegaba a mi casa mi imaginación volaba creyendo ser, ora nazareno, ora corneta, ora tambor, y hasta costalero, para lo que me metía debajo de una mesa camilla y la hacía circular por toda la casa marcando el paso de una imaginaria banda que me seguía detrás.

Es curioso que en estos días en que la religión católica pasa por una serie crisis de correligionarios, los amantes de la Semana Santa sabemos que nunca desaparecerá ni aun en el supuesto de que nuestro país se convirtiera en un país ateo, ya que es una tradición entroncada en nuestra ciudad más allá de la religión en si. La Semana Santa en Sevilla es algo único, y mientras los padres sigan alimentando en sus hijos el amor por esta tradición, Sevilla podrá seguir paseando por el mundo esta singular demostración de arte en la calle.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Custom content