sábado, septiembre 25, 2010

LAS SOCORRIDAS VIAS DEL TRANVIA

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Esta que voy a contar es una historia personal. Quizás no interese mucho a los lectores, o quién sabe, igual Vds. se recrean, no tanto con mis peripecias de tierno infante como con la imagen del lugar de los hechos y lo curioso del mismo.

¿Tienen Vds. algún recuerdo de su vida con 4 ó 5 años? La gran mayoría responderá que en general no, pero casi todos podrán decir también que hubo algo especialmente relevante de lo que sí se acuerdan. Pues bien, de lo que voy a contar me acuerdo en parte, aunque la reconstrucción completa lógicamente está hecha con ayuda de mi madre quién me lo refirió cuando ya era mayor.

Estamos en nuestra Sevilla, concretamente en la calle Sierpes, en el año 1.958, probablemente en el mes de Septiembre aunque podría haber sido Agosto. La hora debería ser la última de la tarde, las 8 quizás

En la calle Sierpes, cerca de la confitería La Campana y en su misma acera, existía una librería e imprenta llamada Eulogio de las Heras, probablemente la más afamada en aquellos años en Sevilla. De la mano de mi madre fui a esa librería, ya que iba a comprar libros para mi hermano porque el curso escolar estaba próximo. Conforme se entraba al local estaba el mostrador frente por frente a la entrada, y a la izquierda habían puesto unas bancas de colegial nuevas, flamantes, de las que enseguida quedé prendado. Ante mi insistencia por sentarme en ellas, mi madre accedió no sin antes decirme el lógico: “Estoy ahí en la cola comprando los libros, no te vayas a mover”.




Pero Eulogio de las Heras debía de vender muchos libros, ya que no paraba de entrar y salir gente, y la cola, que no era una cola en fila india, sino varias filas horizontales al sentido de mi vista donde las mujeres se arracimaban para intentar llegar al mostrador, no hacía más que crecer. En un momento dado miré hacia la multitud que pugnaba por llegar al mostrador y no vi a mi madre. No sé qué debió de pasar por mi cabeza; quizás busqué entre la multitud sin verla (lógicamente había alcanzado ya la primera fila y ese era el motivo de no verla), y entonces salí a la calle consternado. Al parecer anduve en dirección a La Campana y al llegar a la altura de lo que hoy es el Mac Donald´s(aproximadamente) me eché a llorar. Este momento si que lo recuerdo perfectamente: mi desconsuelo, el acudir enseguida la gente ante mi llanto, alguien preguntando “¿te has perdido?”, alguien que dice, “vamos a llevarlo a la comisaría” (había una en la calle Monsalves), y al final ante mi insistencia de que yo sé llegar a mi casa un hombre que dice “yo no tengo nada que hacer, Yo lo llevo”. Y de la mano de ese hombre me dirijo a mi casa.



Reparen Vds. en que un total desconocido se ha ofrecido a llevarme a casa, y de entre un grupo numeroso de personas nadie ha dicho que no ¿Sería posible esa confianza hoy en día?

Al llegar a mi casa, para que Vds. se hagan una idea, en la calle Segura (Paralela a Reyes Católicos), el guirigay formado era grandioso. Mi gente llorando, los vecinos movilizándose para buscarme. La conversación entre el hombre que me llevó y mi madre se desarrolló más o menos así.

M.- ¿Ay mi niño! Muchísimas gracias, ¿dónde lo ha encontrado Vd?

H.-En La Campana, se había puesto allí a llorar. La gente quería llevarlo a la Comisaría, pero como él insistía en que sabía llegar a casa me dio lástima que lo llevaran a la Comisaría y que pasara allí un mal rato, así que dije que yo lo traería.

M.- Pero ¿cómo ha sabido venir? Si sólo tiene 4 años

H.- Al principio creí que sería cerca, ya que me extrañaba que tan chico supiera el camino si vivía lejos, pero cuando lo cogí de la mano y echó a andar calle Alfonso XII arriba sin parar, siempre adelante, empecé a dudar, pero dije, bueno ya cuando se dé por vencido lo llevo a la comisaría. Cuando llegamos a San Laureano dudó un rato y yo me creí que allí iba a rendirse, pero enseguida dijo “por aquí”,  y cogió la calle Marqués de Paradas abajo, y entonces fue cuando me di cuenta de que lo que estaba haciendo era seguir las vías del tranvía y que lo que le había desconcertado un momento era la bifurcación de la vía en ese punto. Lo demás ha sido fácil; cuando llegó a Reyes Católicos ya se desvió para acá.

Bueno, es sólo una pequeña anécdota personal. Lo cierto y verdad es que por alguna razón yo debía de coger ese tranvía con mi madre con alguna frecuencia y gracias a las vías supe llegar desde la Campana a mi casa. Es cierto que di un poco de vuelta, pero es que el tranvía tenía ese recorrido.



Y en plan curiosidad, y aunque yo no me acuerde de ello, me paré muy cerca del Café de París(parte izquierda de la foto, esquina Campana con Velázquez), que todavía existía, y en mi recorrido dejé atrás la Farmacia Central(parte central de la foto, esquina Campana con Duque) y el Hotel Venecia(hoy Sfera) en la Plaza del Duque a mi izquierda y el Palacio de los Sánchez Dalp(hoy el Corte Inglés) a mi derecha. Anduve toda la calle Alfonso XII; dejé a mi izquierda primero los árboles centenarios del Museo y más adelante el bar Quitapesares, y en llegando a la altura de San Laureano (que en aquellos años era un colegio en invierno y el cine Alfonso XII en verano) y de la piedra en la que en el año 1.857 el alcalde García de Vinuesa lloró amargamente el no haber podido impedir el fusilamiento de 82 hombres, dudé. Es más que probable que en mi momento de duda se alzara frente a mí el muro que separaba la calle Torneo de las vías del ferrocarril y del río más allá. Cuando seguí Marqués de Paradas abajo dejé a mi izquierda el cine Avenida antes de que fuera multicine y a mi derecha el puente de tablas o lo que quedara de él ya que se derruyó precisamente en ese año 1.958 para hacer el corte del río por Chapina.




(Curiosa foto del Puente de tablas)

Seguramente dejé atrás muchas más cosas que me gustaría recordar, y que a Vds. les gustaría que yo recordara, pero caramba ¡sólo tenía 4 años!

El tranvía no tardó mucho en desaparecer, y aquellas socorridas vías que servían para que los chiquillos perdidos supieran llegar a casa siguiendo su trazado también fueron desapareciendo paulatinamente, así como el adoquinado en que solían estar puestas. Claro que, como nunca llueve a gusto de todos, habría que saber qué dirían aquellos que accidentalmente metían la rueda de su bicicleta en la vía del tranvía y daban con sus huesos en el suelo.

¿Qué queda de aquella Sevilla? Como Vds. han podido ver, bien poco. Aunque el que no se consuela es porque no quiere, ya que al cabo de los años volvemos a tener tranvía (ironic mode).



Eso sí, la piedra llorosa sigue afortunadamente en su sitio como recuerdo imperecedero de lo que nunca debe de volver a pasar

2 comentarios:

¡El inolvidable tranvía! Yo era un comino y los veía pasar desde mis balcones de la calle Feria, las lineas 1 y 2. Si te apetece, tengo registrada la historia y evolución de aquellos recordados medios de transportes.
Por lo que dices, somos de edades similares. Recuerdo en Café París, que veo parcialmente en tu fotografía, la Farmacia Central, y las Casa-Palacios de la Plaza del Duque...¿Qué queda de todo aquello? no recuerdo otra cosa que la estatua de la plaza...

Mari Carmen.

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Mari Carmen, más vale tarde que nunca. Ante todo, gracias por tu comentario y te ruego disculpes mi tardanza en contestar.

Efectivamente, no queda nada de aquello; supongo que para bien, ya que evidentemente nuestras cotas de comodidad hoy en día no tienen nada que ve con aquellos penosos años, pero sin duda es bonito recordar y dejarse llevar por la nostalgia.

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