Voy
a retomar una sección de este blog que en su día gustó mucho a mis
lectores y que se llamó “Se perdieron tantas cosas”.
Ha
pasado ya un tiempo desde que terminé de publicar los escritos
antedichos y por un lado mi memoria y por otro el devenir diario
de las conversaciones con mi familia han sacado a la luz esta nueva
remesa de cosas y frases o palabras en desuso que les traigo ahora y
que espero que les guste.
Y
este primer escrito lo voy a dedicar a algunas cosillas que podían
verse en prácticamente todas las casas en aquellos años. Lamento
que algunos quizás no resulten especialmente agradables para
alguien, pero yo no puedo borrar mi memoria como tampoco el hecho de
que eran utensilios comunes en aquellos años.
LA
ESCUPIDERA.- Denominada por muchos orinal, que suena mucho más fino,
la verdad es que estos utensilios, que normalmente era de porcelana,
se hacían totalmente imprescindibles en las casas de vecinos, ya que
como expliqué en su día, en las casas no solía haber cuarto de baño
y el único baño (común), solía estar en algún lugar del pasillo,
fuera de las casas, por lo que los vecinos, especialmente en
invierno, pasaban de salir de la cama calentitos al frío pasillo
para hacer sus necesidades menores, y la escupidera cumplía
perfectamente la necesaria labor de desahogo para las atribuladas
vejigas.
No
voy a explicar su funcionamiento; primero porque resulta bastante
obvio y segundo porque no quiero ofender la sensibilidad de mis
lectores.
PERA
PARA AYUDAS.- Eran éstos unos utensilios de goma que servían para
hacer lavativas, Cosas que hoy en día se suelen resolver con
cualquier medicamento al efecto, antiguamente necesitaban la
parafernalia de una palangana con agua templada y esta pera.
Al
igual que en el caso anterior voy a obviar el comentario sobre el
funcionamiento del artefacto en cuestión, porque puede resultar
igualmente de desagradable y porque en realidad creo que incluso quien no haya visto nunca estas peras habrá comprendido
enseguida.
Pero
eso sí; no voy a dejar de pedirles que se asombren ustedes con la
disparidad de rasero para un utensilio y otro. El más fino orinal
era denominado generalmente por el basto escupidera. Mientras que una
lavativa cruda y dura la nombraba la gente por el más fino “ayuda”.
TENER
UN TRAJÍN.- Pero que gracia me hace esta frase y que recuerdos más
extraordinarios me trae. Recuerdos de confusión cuando en
conversaciones entre vecinas esta frase se escapaba y mi mentalidad
de niño era incapaz de comprender su significado.
Es
evidente que quizás mucho de ustedes estén pensado que tener un
trajín era traerse entre manos algo trabajoso y fatigado, que
cuadraría con su verdadero significado, pero nada más lejos de la
verdad.
Es
muy curioso que busco en Internet “tener un trajín” y por ningún
lado aparece el significado que en aquellos años las marías daban a
esta frase, y es por ello que debo de suponer que era un término
coloquial usado sólo a nivel local. Estoy seguro de que a alguno de
mis lectores le traerá un grato recuerdo esta frase.
A
buen seguro ustedes ya estarán adivinado por dónde van los tiros.
Entren en situación: Corredor de una casa de vecinos; Pepa viene del
patinillo, María sube de comprar el pan, Manuela sale a hacer un
mandado. Todas confluyen en el corredor y se ponen a charlar. Al
oírlas dejan sus quehaceres momentáneamente y se unen a la
conversación Francisquita y Antonia. Esta podría ser parte de la
conversación:
María.-
Pues no sabéis que me acabo de cruzar en la calle a D. Juan, el
vecino del 14. Iba como un pincel.
Manuela.-
¿Como un pincel un día entre semana?
María.-
Como te lo digo. Y al pasar por mi lado me ha dado un olor a colonia
buenísimo.
Cualquiera
de ellas.- Ése, seguro que tiene un trajín. Pobrecilla su mujer.
Tal
vez por la exacerbada moralidad de aquellos tiempos las vecinas
obviaban decir que D. Juan tal vez tuviera una querida y en su lugar
el menos ofensivo trajín representaba un buen sustitutivo.
Nos
vemos en el próximo ¿Usted no tendrá un trajín, verdad?
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