sábado, diciembre 22, 2012

DE CUANDO FUMAR ESTABA BIEN VISTO

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En unos tiempos en los que las temidas drogas no eran del conocimiento del común de los mortales, los padres y madres tan sólo tenían con respecto a sus hijos dos reparos verdaderamente importantes: Que las chicas no quedaran embarazadas antes de casarse como Dios mandaba, y que los chicos no fumaran.

Del embarazo ni hablemos. Era una tragedia de dimensiones monstruosas que ninguna familia quería ni tan siquiera oír nombrar; mientras que el fumar era una cosa que realmente preocupaba muchísimo a los padres, y aunque eran capaces de aplicar serios castigos al hijo varón que pillaran fumando, no era en absoluto comparable la magnitud de un drama con otro.

Y es que fumar era algo socialmente bien visto todavía en aquellos años, en los que se consideraba totalmente normal que los hombres fumaran, y de hecho lo hacían en cualquier sitio; tanto en el trabajo como en su propia casa (que normalmente era de tamaño reducido) e incluso en su propia cama.


Es seguramente esta prohibición a ultranza que los padres hacían a sus hijos del ejercicio del hábito que ellos no obstante sí practicaban  lo que incitaba a los mozalbetes a probar aquello tan prohibido. De forma que, al igual que hoy muchos niños se inician en el alcohol y las drogas desde bien jóvenes, era habitual en aquellos tiempos que ya con 13 ó 14 años se hubiese dado la primera calada al primer cigarro, tras la cual no tardarían en venir más caladas hasta que por fin lograra uno fumarse un cigarro entero y quedara definitivamente atrapado en una adicción que le duraría mucho tiempo cuando no toda su vida.

Yo no constituí la excepción. Pegué mi primera calada allá por el año 65 cuando tenía unos 13 años y durante cuarenta años no pude librarme del vicio al que, afortunadamente, renuncié voluntariamente hace ahora casi 7 años.

En aquellos años 60, con un presupuesto bien cortito, los chavales fumábamos lo que buenamente podíamos. Los cigarros más baratos eran los ideales (cuatro a la peseta) y los Celtas (tres a la peseta), que sueltos de uno en uno valían más, por lo que muchas veces se juntaban los céntimos de uno y otro para poder comprar un cigarro para cada uno. Estas dos marcas eran especialmente traicioneras, ya que en ocasiones traía el cigarro una astilla tan grande que una vez fuera del cigarrillo, el papel, al haberse quedado sin consistencia, ardía con tremenda rapidez dejándote sin cigarro en un abrir y cerrar de ojos, mientras que si optabas por no sacar la astilla el cigarro no “tiraba”.

Éstas son las marcas de tabacos que recuerdo de aquellos años

NEGROS SIN EMBOQUILLAR:

Ideales, Celtas, Peninsulares y Antillana,


NEGROS EMBOQUILLADOS:

Goya, Ducados, Rumbo, Vencedor, Palmitas, Habanos, Gitaneś,

RUBIOS SIN EMBOQUILLAR:

Bisonte, 3 Carabelas, Faisán y Chester,

RUBIOS EMBOQUILLADOS:

Lola, Un-X-2, Kent, Winston, Marlboro, Camel, Lucky Strike, Viceroy y Craven A

RUBIOS EMBOQUILLADOS Y MENTOLADOS:

Piper, Rocío y Paxton.


Como curiosidad sobre algunas de estas marcas diré:

Los negros sin emboquillar eran la alternativa muy barata a los fumadores de escaso poder adquisitivo. Eran muy consumidos por albañiles y obreros, por ejemplo, y el más popular era sin duda el Celtas.

De entre los negros emboquillados, el más consumido en aquellos tiempos era el Goya, que yo fumé durante varios años antes de pasarme al Ducados, al que he permanecido fiel hasta el final. El Habanos y el Gitanés eran tabacos especialmente fuertes, y el Palmitas era un cigarro con toque exótico, ya que su papel era negro y su boquilla dorada.


Los rubios sin emboquillar eran a los emboquillados lo que sus homónimos negros. El Bisonte era el más popular por su precio. Nótese que en este apartado está incluido el Chester (tabaco seguramente más vendido hoy en día), y es que en aquellos años venía sin boquilla.

Los rubios emboquillados eran la opción elegante, y ni que decir tiene que la más cara, ya que a diferencia de lo que ocurre hoy en día, había una notable diferencia entre el precio del negro y del rubio. No obstante esto, la versión barata de estos cigarros eran el Lola y el 1-X-2, cigarros de fabricación española. De entre la élite, el Winston era el más popular.


En cuanto a los mentolados, se trataba de una sofisticación que aunque tuvo su público, especialmente el femenino, que a finales de los 60 ya empezaba a hacerse notar en el noble arte de echar humo, nunca llegó a ser competencia para el tabaco tradicional.

Termino deseando un año más, y ya van cuatro desde este mi y vuestro blog, felices Navidades a todos mis lectores y un año 2013 venturoso.


Y ya sabe; si usted es de los que está enganchado al nefasto vicio del fumeteo, ahora es la época del año ideal para hacer acto de contrición y mandar al puñetero vicio a paseo.

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