lunes, marzo 08, 2010

DE AQUELLOS COLEGIOS (II)

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Quedé en escribir la segunda parte sobre los colegios de antaño, y en especial sobre todo lo relacionado con el instrumental que tenía uno que llevar al mismo.

En primer lugar estaba el uniforme. Personalmente no lo usé salvo en el colegio de San Luis Gonzaga donde era obligatorio llevar un babi a rayas blanco y azul, que con mayores o menores variantes en las rayas era muy común  para muchos colegios. Sin duda eran mucho más vistosos los uniformes de las niñas, en especial los de las Irlandesas y las Esclavas. Se me ha olvidado citar, por si alguien no lo sabía, que en aquella época no había colegios mixtos. Como rezaba la canción, los niños con los niños y las niñas con las niñas, que lo contrario podía dar lugar a pensamientos pecaminosos. Así pues, aunque los uniformes femeninos fueran más bonitos y vistosos, los chicos sólo podíamos verlos pasar.

A cuento de esto que he citado sobre los uniformes, tengo que sacar a colación la dificultad que entrañaba vestirse decentemente en aquellos años. Por ejemplo, para confeccionar los babis de los colegios, se solía comprar la tela y si se sabía coser se hacía en la propia casa, o si no se buscaba una modista. Las modistas (que ejercían lo que hoy se ha dado en llamar economía sumergida, o sea, que cosían en sus casas por encargo para las vecinas, sin seguro ni nada que se le pareciera) en aquella época florecían por doquier; y era normal en un mundo en que coser era tremendamente necesario. Se remendaban los rotos en la ropa, principalmente en chaquetas, pantalones y vestidos, se cosían hasta los zancajos en los calcetines y las carreras en las medias, se arreglaban los zapatos y los paraguas como he dicho en post anteriores, y si se quería comprar algo ya confeccionado, cosa que normalmente se hacía antes de Semana Santa para poder estrenar el Domingo de Ramos (existía un dicho popular: “Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos”), se tenía que recurrir a la figura del ditero.




El ditero era uno de esos personajes habituales en las casas de vecinos. Seguramente porque yo lo veía acudir con bastante frecuencia a las puertas de los vecinos a reclamar su pago mensual es por lo que para mí era un personaje familiar. En mi inocencia infantil jamás asocié esa figura familiar a lo que en realidad era: un parásito, un ser detestable que aprovechaba la pobreza de la gente para enriquecerse exprimiendo su exiguo peculio hasta límites insospechados. Aunque bien mirado, esa figura no sólo existía cuando yo era pequeño, ya que seguramente ha existido en todas las épocas de la humanidad, y de hecho aunque enormemente cambiados y bajo una apariencia de gran respetabilidad siguen existiendo hoy en día, aunque su “modus operandi” ahora es intervenir en grandes operaciones y no en minucias como entonces.

En fin, que si querías estrenar el Domingo de Ramos o como consecuencia de cualquier otro acontecimiento, llamabas al ditero, y éste te firmaba un recibo a favor de la Nueva Ciudad, o de la Ciudad de Londres, e ibas allí, comprabas lo que querías y a cambio entregabas el vale, con lo que estabas declarando que eras un pobretón de solemnidad que tenías que recurrir a los diteros,  y luego el chupasangre te lo iba cobrando mes a mes, en cómodos plazos debidamente incrementados con un interés bestial.


(Cartera de cuero, usual entre los chiquillos en aquellos años en los colegios)

Pero bueno, esto iba de colegios y de artilugios propios de ellos. Tampoco es que haya mucho que contar, ya que lo que se llevaba era lo normal: bolígrafo, lápiz, goma de borrar Milan (nótese que hablo en singular, ya que esas cosas se compraban de una en una), cuadernos (que ya los había de una raya, de dos y cuadriculados), alguna pluma y su correspondiente palillero así como un papel secante, y los libros necesarios, generalmente el de Álvarez correspondiente al ciclo en el que estuvieras. Todo ello se portaba en una maleta. Mi maleta era heredada de mi hermano, eso si, recuerdo que de cuero, aunque algo ajado por el uso. Pero el artilugio que a mi me llamaba la atención sobre todos era el plumier. Yo tenía un plumier normalito, pobretón; por eso cuando algún chiquillo sacaba un plumier grande y alto que ante mi mirada atónita se desplazaba en sentido circular por su mitad exhibiendo majestuoso dos pisos, yo me moría de envidia.
    
                                       


Pero bueno, la envidia era solo un momento, ya que afortunadamente, y pese a lo duro de la época, los chiquillos siempre teníamos un gran aliado para no pensar nunca en penas: el juego. Y siempre había otros chiquillos dispuestos a jugar en grupo; en el colegio y en las calles del barrio. Es curioso que los chiquillos de grandes y vistosos plumieres solían ser chiquillos poco callejeros, de esos que sus padres iban a llevarlo a la entrada y recogerlo a la salida (cosa poco habitual entonces ya que la mayoría de chiquillos iba andando, y en muchos casos distancias bastante respetables). En fin, tal vez gozaban mucho de sus plumieres, pero se perdían la esencia de ser niño en aquella época: la vida en la calle, el juego en grupo, la camaradería y la amistad.

Y así, se pasaba el tiempo y se iba uno instruyendo para ser hombre de bien el día de mañana. Viendo cómo hoy en día cualquier chiquillo tiene miles de oportunidades que antes a muchos les estaban vetadas, y viendo además cómo muchos las desaprovechan o echan en saco roto las enseñanzas que reciben, escogiendo un camino poco claro, siento que la infancia de mi generación, pese a todas las dificultades, puede considerarse afortunada.

3 comentarios:

Acabo de descubrir tu blog. Intento hacerme seguidora tuya, pero no está diseñado como la mayoría, y declaro que no soy versada en informática, lo cual no me facilita las cosas.

También tengo curiosidades sobre Sevilla en mi blog, que es muy diverso.
Si no es mucho pedirte, te ruego me digas cómo puedo "ficharte". Pulsas en mi blog y me lo dictas, por favor.

Enhorabuena por estas entradas, una época entrañable y añorada de nuestra Sevilla que se nos fue.

Cordialmente te saluda

Mari Carmen.

Author

Mari Carmen, gracias por tus palabras.

A ver, creo que estamos en las mismas. Lo más probable es que si no puedes convertirte en segjuidora del blog sea porque yo no haya habilitado tal posibilidad, pero el caso es que ignoro cómo se hace.

En cuanto a tu blog, pues no veo dónde puedo pinchar para acceder a él

Author

Ok. Mari Carmen, perdona. Es pinchando en tu nombre. Acabo de darme cuenta.

A ver si puedo arreglar lo del seguimiento.

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