martes, julio 05, 2011

SE PERDIERON TANTAS COSAS (VII)

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LA MITAD DEL CUARTO Y EL CUARTO Y MITAD.- Era usual en las tiendas de ultramarinos escuchar a las mujeres decirle al dependiente, “ponme la mitad del cuarto de ese chorizo, y me pones cuarto y mitad de mortadela”.

No hay mucho que explicar, pero por si todavía alguien no lo pilla, la mitad del cuarto eran 125 gramos, mientras que cuarto y mitad eran 375 gramos.


En una báscula tal cual ésta que aquí les pongo pesaban algo tan afinado como  125 y 375 gramos. Ni que decir tiene que bien podía faltar o sobrar, aunque creo que la mayoría de tenderos echaban algo de más para evitar que las malas lenguas fueran diciendo que robaban en el peso.

Eran tiempos en los que había que hilar mucho con el dinerillo que se llevaba para la compra diaria, y la diferencia entre mitad de cuarto más o menos podía significar no llegar para comprar otra cosa.

LAS SOBAS.- Escribo soba en internet, y resulta que dice que es un pueblo de Cantabria o una palabra japonesa que designa al trigo sarraceno. Claro que si hoy en día un padre o una madre no ya le dieran, sino simplemente amenazaran a un niño con darle una soba, podría encontrarse con una denuncia del tierno infante que lo llevara a la cárcel.

Por mi parte recuerdo con gran agrado esta frase, ya que en mi casa, que eran más de amenazar que de dar, a los chiquillos nos hacía mucha gracia cada vez que decían “te voy a dar una soba que te vas a enterar”.

LAS CÓMODAS. Era uno de aquellos muebles que solía haber en casi todas las casas, ya que su utilidad era grande por sus muchos cajones para guardar cosas. No confundir con las peinadoras, que eran piezas de dormitorio.


Lo mejor de estas cómodas es que solían ser auténticas obras de arte de buena madera. La aparición de los pisos y su aportación de mayor espacio a las familias dio al traste con ellas, y lo único que los mueblistas comenzaron a fabricar fueron malas imitaciones que denominaron xifonier.

Incluso se perdió una pequeña broma de aquellos tiempos basada en un fácil juego de palabras… ¿Qué es más cómoda, una cama o una cómoda?

LOS CATRES.- Los catres cumplían en aquella época la función que hoy en día cumplen las camas plegables: poder disponer de una cama para dormir de noche que pudiera ser recogida de día sin ocupar espacio. El catre era una cama por lo general de madera, sin cabecero ni pie y con unas patas de las llamadas de tijera, que de día podía ponerse de canto contra la pared con facilidad. En los años 60 comenzaron a ser sustituido por los llamado muebles-cama, que consistían en un somier plegable con colchón de esponja que de noche al abrirse se convertía en cama con cabecero y de día al cerrarse en un mueble pequeño siendo el cabecero de la cama la tapa del mueble. Se completaba con un faldón que rodeaba el mueble una vez cerrado para evitar que se viera que se trataba de una cama.

LOS COLCHONES DE BORRA.- Que las tareas denominadas del hogar eran mucho más duras antes que ahora, lo demuestra plenamente este escrito que traigo a colación. En tiempos en que nuestra mayor preocupación para hacernos con un colchón es si es de muelles o no, si tiene para el frío y para el calor o si lleva viscolástica (por cierto, se perdieron los bizcos, ya hablaré más adelante de ello), nadie se acuerda, y no hace tanto tiempo, de que cada mañana la mujer de la casa tenía que “pelearse” con los colchones de borra de las camas de su casa.


Estoy seguro de que muchos se preguntarán qué era la borra. Bueno, en realidad yo ignoro de dónde salía; pero ser, era como una especie de lana, pero de mala calidad, muy basta. Para que se hagan una idea es como si a una oveja que tuviera una lana fea se la fueran arrancando a pellizcos y la metieran dentro del colchón.


Ni que decir tiene que dormir en estos colchones era hundirse constantemente en los huecos que con el propio movimiento del cuerpo se producían, y ni que decir tiene que para enderezar el colchón y los huecos dejado durante la noche las mujeres tenían cada mañana que darle una importante soba al colchón. Por cierto, ya he dejado constancia más arriba de lo que era una soba.

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