LAUREANO, EL ENANO.- Laureno era uno de esos personajes que llamaban la atención de los niños, ya que a todos nos parecía fascinante aquel hombre con cuerpo de niño.
El caso es que Laureano era empleado del Ayuntamiento de Sevilla, y debería de ser ordenanza o algo similar ya que siempre iba con su correspondiente uniforme transitando las calles de Sevilla arriba y abajo, que es por lo que deduzco que su misión era la de ordenanza.
(En la sevillana Plaza Nueva y en los años 60, solía verse a Laureano cumpliendo con sus recados)
Laureano debía de ser una magnífica persona, ya que tengo en mi memoria haberse parado en alguna ocasión para saludarme cuando iba de la mano de mi madre, por lo que yo debía de ser bastante pequeño; pero de esto deduzco que debía de tener una paciencia infinita, teniendo en cuenta que serían muchos los niños que solicitarían su acercamiento.
EL ZAPATERO
CHIMENEA.- Este zapatero, del que no recuerdo muy bien su nombre,
aunque estoy casi seguro de que era Manuel, era el zapatero de
nuestro barrio. Tenía su zapatería en un hueco de escalera del zaguán de una
casa de la calle Galera, y le decían el zapatero chimenea porque era
muy alto. Se trataba de un hombre enjuto, de una altura poco común
en aquellos tiempos, y era realmente insólito ver como una persona
de tanta altura, primero lograba meterse y segundo tenía que trabajar, en un habitáculo en el que casi
no cabía.
(En el edificio inmeadiato al de la esquina (ya no existe el antiguo) tenia su zapatería Manuel)
No
voy a abundar mucho en los zapateros, ya que les dediqué unas letras
en alguno de mis escritos de profesiones y ocupaciones perdidas.
Quede este pequeño recordatorio al de mi barrio en concreto.
Edito para decirle a mis lectores que gracias a la maravilla de Internet, he encontrado en Facebook, colgada por Miguel Angel Rivero Rodríguez en la página "Cosas de Sevilla que han desaparecido" una fotografía del zapatero de la calle Galera, el zapatero chimenea, que aquí les dejo.
Edito para decirle a mis lectores que gracias a la maravilla de Internet, he encontrado en Facebook, colgada por Miguel Angel Rivero Rodríguez en la página "Cosas de Sevilla que han desaparecido" una fotografía del zapatero de la calle Galera, el zapatero chimenea, que aquí les dejo.
DON
AGAPITO.- Era el dueño del bar Luis en el Paseo Colón, pero también
de La Punta del diamante, La marina, la Venta Marcelino y las Siete
puertas.
(La punta del diamante se encontraba en la hoy Avenida de la Constitución, esquina a calle Alemanes)
Seguramente
usted pensará, por simple asociación de ideas, que este señor, al
ser dueño de algunos de los lupanares más famosos de Sevilla en
aquellos años era alguien de aspecto patibulario y/o facineroso,
pero nada más lejos de la realidad. Don Agapito, que la gran mayoría
de noches cenaba en el bar Luis, era un hombre ya anciano, menudito,
con gafas de intelectual, que iba siempre impecablemente vestido con
un traje negro u oscuro y una pajarita en su cuello, y al que todo el
mundo respetaba de la misma forma que él era un hombre de gran
educación y formación.
Está
claro que viendo a algunos de los elementos que pululan hoy en día
en esa profesión, es fácil hacerse una idea equivocada de Don
Agapito si no le conoció, pero insisto, nada más lejos de la
realidad.
PECHO
HIERRO.- Éste hombre era uno de esos personajes que, al igual que
cuando escribí sobre Vicente, debía de tener sus facultades
mentales algo mermadas. Era pequeño de estatura y creo recordar que
la característica más especial de su anatomía era la falta de un
ojo que suplía con uno de cristal o similar.
A
decir verdad no le conocí mucho, y en todo caso ya no fue en mi
infancia sino más bien en mi pubertad y juventud, etapas en las que
podía verse por la zona centro, principalmente Avenida José Antonio
y similares, siempre de arriba para abajo, probablemente porque era
recadero en algún sitio.
El
caso es que, como siempre suele ocurrir en estos casos, había
personas crueles que por el simple gusto de divertirse al escucharlo,
picaban a este hombre de forma que al pasar por su lado le decían
“Jierro”, y esto era suficiente para que el hombrecillo montara
en cólera soltando mil insultos por su boca a voz en grito, lo cual
hacía mucha gracia a muchos de los transeúntes (sic).
Podría
extenderme en más personas, y con ello podría dejar reflejado un
abanico más amplio de personajes característicos de aquellos años
en todos los barrios sevillanos, pero ya no serán personajes tan
entrañables para mí, o tan conocidos. Simplemente les dejo a
continuación una pequeña pincelada de todos ellos. Algunos eran
agradables, otros no tanto, pero aquí va mi recuerdo para todos:
Lola
la de los huevos, en la calle Sánchez Barcaiztegui, (creo recordar
que era esposa del famoso Guerra, el del bombero torero, y vendía
huevos en su casa tal vez porque tenía algún campo con gallinas
ponedoras); Jesús, el propietario del Bar Colón en el paseo del
mismo nombre; Anselmo Colás, propietario de la tienda de
ultramarinos a quien ya me referí en un escrito anterior; Peisa, el
de la bodega en la calle Santas Patronas, que destacaba por su
gordura; Hipólito, su esposa Ángeles y su hija Trini, que llevaban
el quiosco de prensa de calle Julio César, todavía existente hoy en
día; Isidoro, cuyo verdadero nombre era Heliodoro, portero del
edificio de calle Marqués de Paradas-Reyes Católicos-Trastamara,
todavía en pie; Dieta, el droguero de calle Reyes Católicos;
Angelito, el chaval aprendiz en Auto Recambios Segura, que tanto
vendía detrás del mostrador como cogía su bicicleta para repartir
piezas; Antonio el latero, que tenía una latería en la calle Segura
y que aliviaba las cuitas de los vecinos componiendo baños y
palanganas y soldando tuberías agujereadas; Alfonso, propietario de
una espartería en la calle Reyes Católicos; Natalio y Pepe, dos
encargado buena gente del Bar Luis en el paseo de Colón...
...En
fin, gente normal y corriente que formaron parte de mi infancia y que
a buen seguro tenían su contrapartida en el resto de barrios
sevillanos; y usted querido lector, también recordará a los suyos.
Al menos yo, espero haber avivado sus recuerdos con estos escritos.
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