domingo, octubre 06, 2013

PERSONAJES DE UN BARRIO ( y IV)

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LAUREANO, EL ENANO.- Laureno era uno de esos personajes que llamaban la atención de los niños, ya que a todos nos parecía fascinante aquel hombre con cuerpo de niño.

El caso es que Laureano era empleado del Ayuntamiento de Sevilla, y debería de ser ordenanza o algo similar ya que siempre iba con su correspondiente uniforme transitando las calles de Sevilla arriba y abajo, que es por lo que deduzco que su misión era la de ordenanza.

                          
(En la sevillana Plaza Nueva y en los años 60, solía verse a Laureano cumpliendo con sus recados)


Laureano debía de ser una magnífica persona, ya que tengo en mi memoria haberse parado en alguna ocasión para saludarme cuando iba de la mano de mi madre, por lo que yo debía de ser bastante pequeño; pero de esto deduzco que debía de tener una paciencia infinita, teniendo en cuenta que serían muchos los niños que solicitarían su acercamiento.


EL ZAPATERO CHIMENEA.- Este zapatero, del que no recuerdo muy bien su nombre, aunque estoy casi seguro de que era Manuel, era el zapatero de nuestro barrio. Tenía su zapatería en un hueco de escalera del zaguán de una casa de la calle Galera, y le decían el zapatero chimenea porque era muy alto. Se trataba de un hombre enjuto, de una altura poco común en aquellos tiempos, y era realmente insólito ver como una persona de tanta altura, primero lograba meterse y segundo tenía que trabajar, en un habitáculo en el que casi no cabía.

(En el edificio inmeadiato al de la esquina (ya no existe el antiguo) tenia su zapatería Manuel)


No voy a abundar mucho en los zapateros, ya que les dediqué unas letras en alguno de mis escritos de profesiones y ocupaciones perdidas. Quede este pequeño recordatorio al de mi barrio en concreto.

Edito para decirle a mis lectores que gracias a la maravilla de Internet, he encontrado en Facebook, colgada por Miguel Angel Rivero Rodríguez en la página "Cosas de Sevilla que han desaparecido" una fotografía del zapatero de la calle Galera, el zapatero chimenea, que aquí les dejo.




DON AGAPITO.- Era el dueño del bar Luis en el Paseo Colón, pero también de La Punta del diamante, La marina, la Venta Marcelino y las Siete puertas.

(La punta del diamante se encontraba en la hoy Avenida de la Constitución, esquina a calle Alemanes)


Seguramente usted pensará, por simple asociación de ideas, que este señor, al ser dueño de algunos de los lupanares más famosos de Sevilla en aquellos años era alguien de aspecto patibulario y/o facineroso, pero nada más lejos de la realidad. Don Agapito, que la gran mayoría de noches cenaba en el bar Luis, era un hombre ya anciano, menudito, con gafas de intelectual, que iba siempre impecablemente vestido con un traje negro u oscuro y una pajarita en su cuello, y al que todo el mundo respetaba de la misma forma que él era un hombre de gran educación y formación.

Está claro que viendo a algunos de los elementos que pululan hoy en día en esa profesión, es fácil hacerse una idea equivocada de Don Agapito si no le conoció, pero insisto, nada más lejos de la realidad.

                         



PECHO HIERRO.- Éste hombre era uno de esos personajes que, al igual que cuando escribí sobre Vicente, debía de tener sus facultades mentales algo mermadas. Era pequeño de estatura y creo recordar que la característica más especial de su anatomía era la falta de un ojo que suplía con uno de cristal o similar.

A decir verdad no le conocí mucho, y en todo caso ya no fue en mi infancia sino más bien en mi pubertad y juventud, etapas en las que podía verse por la zona centro, principalmente Avenida José Antonio y similares, siempre de arriba para abajo, probablemente porque era recadero en algún sitio.

El caso es que, como siempre suele ocurrir en estos casos, había personas crueles que por el simple gusto de divertirse al escucharlo, picaban a este hombre de forma que al pasar por su lado le decían “Jierro”, y esto era suficiente para que el hombrecillo montara en cólera soltando mil insultos por su boca a voz en grito, lo cual hacía mucha gracia a muchos de los transeúntes (sic).

Podría extenderme en más personas, y con ello podría dejar reflejado un abanico más amplio de personajes característicos de aquellos años en todos los barrios sevillanos, pero ya no serán personajes tan entrañables para mí, o tan conocidos. Simplemente les dejo a continuación una pequeña pincelada de todos ellos. Algunos eran agradables, otros no tanto, pero aquí va mi recuerdo para todos:

Lola la de los huevos, en la calle Sánchez Barcaiztegui, (creo recordar que era esposa del famoso Guerra, el del bombero torero, y vendía huevos en su casa tal vez porque tenía algún campo con gallinas ponedoras); Jesús, el propietario del Bar Colón en el paseo del mismo nombre; Anselmo Colás, propietario de la tienda de ultramarinos a quien ya me referí en un escrito anterior; Peisa, el de la bodega en la calle Santas Patronas, que destacaba por su gordura; Hipólito, su esposa Ángeles y su hija Trini, que llevaban el quiosco de prensa de calle Julio César, todavía existente hoy en día; Isidoro, cuyo verdadero nombre era Heliodoro, portero del edificio de calle Marqués de Paradas-Reyes Católicos-Trastamara, todavía en pie; Dieta, el droguero de calle Reyes Católicos; Angelito, el chaval aprendiz en Auto Recambios Segura, que tanto vendía detrás del mostrador como cogía su bicicleta para repartir piezas; Antonio el latero, que tenía una latería en la calle Segura y que aliviaba las cuitas de los vecinos componiendo baños y palanganas y soldando tuberías agujereadas; Alfonso, propietario de una espartería en la calle Reyes Católicos; Natalio y Pepe, dos encargado buena gente del Bar Luis en el paseo de Colón...

...En fin, gente normal y corriente que formaron parte de mi infancia y que a buen seguro tenían su contrapartida en el resto de barrios sevillanos; y usted querido lector, también recordará a los suyos. Al menos yo, espero haber avivado sus recuerdos con estos escritos.




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