miércoles, noviembre 02, 2011

SE PERDIERON TANTAS COSAS (X)

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EL REPASO.- En aquellos comercios de antaño de los que ya quedan muy pocos, que se esparcían por las calles del centro de Sevilla, y en los que, a diferencia de ahora, apenas entrabas tenías un encorbatado señor encima preguntando qué deseabas, era muy común oír voces que decían REPASO.

El repaso no era otra cosa que eso, un repaso de cuentas. El empleado que había atendido a un cliente llamaba voz en grito a la persona que hacía el repaso (supongo que era el encargado). El caso es que como quiera que entonces no habían ordenadores, ni tan siquiera calculadoras de bolsillo, el empleado cerraba la venta sumando a mano, y como quiera que podría equivocarse, los comercios implantaban esa medida de comprobación. Aunque supongo que también la comprobación iba más allá de la destinada a la comprobación de la cuenta y comprobaban también los artículos, no fuera a ser que el dependietne echara algo de más en la bolsa del cliente, bien de forma inadvertida o bien intencionadamente.


Estos comercios, a los que aprovechando esto quiero brindar un homenaje recordatorio, abundaban principalmente por la zona de Puente y Pellón y alrededores. Alguno quizás exista todavía. Oro blanco, Algarín, Arias, Ciudad de Londres, Nueva ciudad, Velasco y un recuerdo especialísimo para Las 7 puertas, un comercio en el que daba gusto entrar sólo por ver su espléndido marco: una casa…¿Qué digo casa? Palacio sevillano digno de ver por su señorío y magnificencia. Me llegan noticias de que actualmente es bazar de chinos, de los muchos que han proliferado en los últimos tiempos por toda la geografía española.

En fin, paciencia.

LA PLUMA Y EL PALILLERO.- Qué penoso debía de ser para los escritores de la antigüedad legarnos sus obras, provistos de una pluma de ave y empleando cualquiera sabe qué tipo de tinta.

En tiempos en que la escritura ha dejado de ser un acto ritual consistente en sentarte a escribir provisto de papel y algo con lo que poder dejar marca indeleble en el mismo, bueno será recordar a quien no lo haya conocido que no hace tanto, concretamente 50 años tan sólo, los tiernos infantes se veían forzados a escribir en los colegios con pluma y tinta.


La pluma era en realidad un plumín, que encajaba sobre un artilugio redondo de unos 15 cms. de largo que se denominaba palillero. Ni que decir tiene que tan simple mecanismo carecía de sistema de carga como era el caso de las estilográficas, y había que estar mojándolo constantemente en un tintero.

Aunque en realidad en la época de la que hablo ya habían bolígrafos y eran de hecho el procedimiento de escritura por excelencia, el escribir con pluma se solía hacer para practicar la caligrafía, cosa perdida totalmente hoy en día pero muy común en aquellos tiempos, ya que estaba muy bien considerado el tener una escritura bonita.

LOS SECANTES.- Un recuerdo trae otro sin duda, y era inevitable que al escribir sobre la pluma y el palillero me acordara del papel secante.


Este papel consistía en una cartulina que por una de sus caras llevaba adherido una capa de algún papel especial de color rosa que era idóneo para secar la escritura de pluma, aunque a decir verdad yo lo usaba preferentemente para secar los múltiples borrones que echaba, ya que nunca fui bueno para la caligrafía. Más adelante me pasó lo mismo con la tinta china necesaria para el dibujo lineal.

Por la otra cara llevaba diferentes motivos, aunque en muchos casos eran motivos de niños, como en el de la foto que les he dejado.

LAS FONDAS.- En mis recuerdos tengo grabada la existencia de una fonda a mi paso por la plaza del  Pozo Santo, a la salida del colegio. Más adelante referiré como a la salida del colegio habíamos un grupo de niños que para estrechar lazos de amistad y tener más ratos de juegos, volvíamos a casa por diferentes itinerarios. Es por ello que tengo entre mis recuerdos tantas estampas de mi infancia allá por los años 50-60 y en distintos escenarios de nuestra Sevilla.


Aunque nunca conocí ninguna por dentro, creo recordar que las fondas eran lugares donde podía dormirse y/o comer en plan muy económico.

No puedo hablar mucho de ellas, pero las traigo aquí por ser algo que conocí y hoy no existe, aunque mi conocimiento se limite al recuerdo de una fachada con la palabra fonda en ella.

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