miércoles, abril 20, 2011

PIEDAD Y CARIDAD EN LA CALLE. TAREA DIFÍCIL

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En un artículo anterior dije que un día contaría cómo lograban los rectores baratilleros poner a los nazarenos de la cofradía en la calle cada Miércoles Santo allá por los años 60 y principio de los 70.

Sí, me han leído bien. No he querido escribir “poner la cofradía en la calle”, sino “poner a los nazarenos de la cofradía en la calle”. Y esto es porque para poner una cofradía en la calle es necesario hacer un esforzado trabajo durante todo un año, que culmina el día de la estación penitencial; y en el Baratillo se realizaba ese trabajo y los pasos lucían perfectos en la mañana del Miércoles Santo para la tradicional visita matutina de los fieles a las cofradías que hacen estación por la tarde; pero en el Baratillo, donde radicaba una gran dificultad era precisamente en darle salida organizadamente a los nazarenos, mucho más grande que dársela a los pasos.

Situemos el escenario. Creo que todo sevillano conoce la capilla del Baratillo. Bien, pues no hay más cera que la que arde; lo que Vd. ve cuando entra en la capilla es toda la cera, no había mucho más salvo una pequeña sacristía detrás del altar, de la que partía una escalera hacia la planta alta, una planta de unos 20 metros cuadrados debidamente amueblada para el trabajo de los rectores de la hermandad, y otra vez una escalera que partía de esa sala hacia la azotea.

En la capilla, resten Vds. el espacio ocupado por los dos pasos ya montados, y en la planta alta resten el espacio del mobiliario (casi todo el espacio libre) y tendrán que el único sitio de desahogo era la azotea en aquellos años.

Los más de 600 hermanos de los años 60, que crecían a buen ritmo y que en los 70 ya llegaban a 800 o más según creo recordar, íbamos llegando a la capilla a medida que se acercaba la hora de la salida, a las 17,00 en los primeros años según recuerdo y a las 17,30 después de que se cambiara el recorrido, saliendo en dirección a Pastor y Landero como actualmente en vez de hacia García de Vinuesa como era antes. Llegaban de igual forma nazarenos tanto del Cristo como de la Virgen, ya que aunque se recomendaba que los de la Virgen llegaran un poco más tarde, esto se hacía imposible, porque desde el momento en que la cofradía ponía la cruz de guía en la puerta, la gente se arremolinaba, y antes no había vallas metálicas separadoras entre el público y la cofradía como ahora, de forma que el nazareno que llegaba ya con la bulla arremolinada en la puerta tenía que abrirse paso a través de ella, con gran esfuerzo y gran peligro de aplastamiento del cartón de su capirote.



Así pues, el escenario ya está completo. Una pequeña capilla, dos pasos que ocupan un espacio importante de la misma, más el espacio destinado para los cirios e insignias (al pie del altar) y para el personal que tenía que repartirlo a cambio de la papeleta de sitio a medida que el personal iba siendo nombrado, 800 o más personas arremolinadas sólo distinguibles por el color de su botonadura y cordón (éste último imposible de ver por el arremolinamiento), algunos costaleros, gente de paisano dentro de la capilla que tal vez fueran familiares de alguien….y una mezcla de olores indescriptibles y maravillosos: (cera, flores y otros olores inenarrables). El conjunto de estos olores era algo tan familiar, tan esperado año tras año, que realmente olía a gloria. Los que lo han vivido saben de lo que escribo.

En llegando la hora de la salida, alguien subía al púlpito lista en mano, y desde allí lo primero que hacía era recomendar que los nazarenos de la Virgen subieran a la azotea para echar enseguida un pequeño discurso con recomendaciones sobre la forma seria de procesionar que se esperaba de todos los hermanos, y a continuación comenzaba a nombrar:

Cruz de guía: Fulano
1ª Bocina de cruz de guía: Mengano
2ª Bocina de cruz de guía: Zutano

1º Tramo:

Cirio: Perengano

Y así comenzaba a desgranar nombre de portadores de cirio, hasta llegar al final del primer tramo, para continuar:

2º Tramo :

Senatus: Juan Pérez
1ª Vara de Senatus: Luis García...etc.

Hasta aquí todo normal; supongo que como en cualquier cofradía sucedía y seguirá sucediendo hoy en día. Pero aquello no era en absoluto normal, ya que los nazarenos de la Virgen desoían las recomendaciones y querían quedarse allí para contemplar aquel guirigay tan esperado durante un año y ver salir el paso de Cristo a la calle; y entre la confusión de los que iban por el cirio o la vara después de ser nombrados, los que ya lo habían recogido y avanzaban hacia la puerta para que el diputado de tramo los colocara, los nazarenos de la Virgen hablando entre sí, los costaleros inquietos esperando su momento, los diputados organizando en la puerta para que la primera impresión de la salida a la calle de las parejas de nazarenos fuera perfecta (cosa nada fácil teniendo en cuenta la gran cantidad de chiquillos que salía) etc., el buen señor subido en su púlpito tenía que pedir silencio cada dos o tres nazarenos que nombraba para hacerse oír sin dejarse la garganta; y como suele ocurrir en estos casos, ante su voz airada pidiendo silencio la gente callaba unos segundos, los necesarios para nombrar a 3 ó 4 más y vuelta a empezar el ruido, la charla, y vuelta el del púlpito a mandar callar y a decir desgañitándose “los nazarenos de la Virgen que suban a la azotea, que aquí no se cabe, ni se me oye”; pero todos callaban, nadie se movía hacia la azotea, y a los 4-5 segundos comenzaba de nuevo el jaleo.

Téngase en cuenta que mientras narro esto, real como la vida misma, la cruz de guía ya estaba en la calle y detrás no podía parar de ninguna forma la salida de nazarenos a la calle o de lo contrario la cofradía quedaría rota antes de echar a andar como quien dice.

Año tras año, el milagro se producía. Los nazarenos salían a la calle y detrás sus queridas imágenes paseando su gracia por las calles de su barrio, de Sevilla.




                                                                  



En momentos en los que, según sé, la hermandad ya dispone de una casa anexa e incluso de terreno de la plaza de toros para poder organizar la salida, he querido dejar aquí este recuerdo para los que éramos hermanos en aquellos años en que la organización era un poco más difícil que ahora, y también para los hombres que hacían posible aquello con su trabaja año tras año: Otto, Castañón y Pastor. Habrás más, claro está, ya que una cofradía no se pone en la calle por el esfuerzo de sólo tres hombres, pero éstos son los que yo recuerdo.

Siendo hoy, 20 de abril de 2.011, Miércoles Santo de este año, he querido plasmar aquí este humilde recordatorio a mi Hermandad, a mis imágenes, a las que probablemente no pueda ver en la calle dentro de unas horas.

Edito para agradecer a los cielos la tregua dada el Miércoles Santo, que sí nos ha permitido pese a los augurios climatológicos ver al Baratillo en la calle un año más. Y aunque la tarde del Jueves ha sido francamente negativa en este aspecto, plasmo desde aqui mis deseos para que nuestra incomparable "Madrugá" transcurra sin incidencias, aunque una cosa son las buenas intenciones y deseos, y otra muy distinta las previsiones que son tremendamente negativas.
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domingo, abril 10, 2011

ALGO SE MUERE EN EL ALMA

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Así comienza la mítica entre las míticas sevillana del adiós, de Amigos de Gines, por todos conocida. Pero no es de sevillanas míticas de lo que voy versar hoy, sino de aquello que se nos muere en el alma a los aficionados a las sevillanas en general y en especial a los romeristas, después de saber que los monstruos se retiran.

45 años después de comenzar su andadura, (43 después de grabar su primer disco), Los Romeros de la Puebla han anunciado su retirada; y lo han hecho como no podía ser de otra forma: cantando. Su disco de 2.011, que lleva por título genérico “Cantando decimos adiós”, les ha servido para dar a conocer al gran público que se retiran.


Como reza una de sus sevillanas, todo termina en la vida. Bien es cierto que Romeros como grupo podía no haberse terminado, ya que conservando el mismo nombre podían haber ido procediendo a relevos generacionales al igual que por diversas circunstancias han hecho muchos grupos a lo largo de su historia; pero a mi personalmente, dentro de la gran tristeza que me produce saber que no volveremos a escuchar las tan esperadas novedades anuales de Romeros, me da una gran alegría comprobar que, después de una grandiosa carrera casi imposible de igualar, Romeros cierra su andadura como grupo con broche de oro; haciendo lo que yo entiendo que era más digno para ellos: la muerte profesional digna y por la puerta grande.

Seguramente muchos intérpretes de sevillanas hubieran estado orgullosos de entrar a formar parte de este grandioso grupo en ausencia de algunos de sus actuales componentes; incluso alguno de sus hijos como podía ser el caso del hijo de Faustino, actualmente en Ecos de las Marismas, hubiera sido el mejor sucesor; pero cuando se ha hecho una carrera tan extraordinaria, cuando se han alcanzado cotas que quedarán grabadas en los anales de la música, perder la esencia del grupo, esa esencia que durante 45 años han mantenido sus componentes, hubiera sido un gran error. Romeros se retira como debe de retirarse. Su muerte profesional dará paso a la leyenda. Durante mucho tiempo, en todo el mundo se sabrá que unos profesionales de La Puebla del Río formaron un buen día un grupo musical y que sus 5 primeros y a la postre únicos y últimos integrantes, estuvieron juntos desde el principio hasta el fin.


Juntos, en la alegría y en la tristeza, en los éxitos (que han sido todos), pero también en las discordias que a buen seguro habrán surgido durante tantos años. Serán tantas las anécdotas, los buenos momentos, también los malos, el sabor de los éxitos, probablemente también algún que otro desengaño. No sé que van a hacer Romeros a partir de ahora, pero yo les sugeriría que se aplicaran en escribir un libro; un libro que recogiera todos los pormenores de su andadura, pero sobre todo estas cosas pequeñas de las que hablo. Estoy bien seguro de que el libro tendría un éxito asegurado entre sus múltiples seguidores.

Cinco voces ribereñas, cinco estampas tan sureñas, cinco espigas de arrozal, cinco cigarreros que traspasaron los límites de su pueblo, de su provincia, de su país, para convertirse en un fenómeno mundial. Este será el espejo en el que constantemente tendrán que mirarse los grupos que comiencen, aquellos que en el presente ya despuntan y los que en el futuro estén llamados a seguir engrandeciendo nuestro cante. Todos querrán ser como Los Romeros de la Puebla.


Tendría mucho que escribir sobre Romeros, pero a modo de despedida estas simples letras van a bastar… De momento, el único efecto real e inmediato que esta retirada tiene es que ya no vamos a ver aparecer sus discos año tras año, ni los vamos a ver subidos a un escenario; pero estoy seguro de que ellos seguirán cantando, allá en su pueblo, en el Rocío, en misas y en romerías, porque su vida es cantar. Y donde quiera que Romeros canten habrá una cámara, un móvil dispuesto a grabarlos, para que los que de corazón los queremos podamos seguir alegrándonos con ellos, con sus voces todavía poderosas aunque hayan decidido que ya es hora de ponerlas a buen recaudo.

Es hora ya de disfrutar de la familia de verdad, sin tener que pensar en el trabajo, sin tener que andar de escenario en escenario, de carretera en carretera. Os deseo lo mejor también en vuestro retiro dorado.


Romeros, habéis alegrado nuestras vidas, por ello ¡Nunca os olvidaremos! ¡Nunca os olvidará el mundo de las sevillanas! ¡Siempre permaneceréis vivos en el recuerdo de los aficionados porque nadie ha dejado tanta huella como vosotros.




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